Esta es una entrada de interés general para todos los que piensen visitar Oporto y salir de noche.
Aquí, como buena ciudad costera, además de las consabidas palomas, cuentan con una importante colonia de gaviotas urbanas. De esas que comen basurilla y se pelean con las palomas por lo que los viandantes les echan. El número de ambos grupos es similar, quizás algo más escaso el de las gaviotas, pero como son más grandes pues compensan.
Al grano. El tema que me ocupa hoy, y no es baladí, es esa "hora punta" de las 10 de la noche, en la que bandadas de gaviotas levantan el vuelo por la ciudad buscando (supongo) un lugar donde dormir. En el ajetreo de estar todas juntas, se persiguen unas a otras por el cielo, cambian de dirección aleatoriamente y sueltan esos grititos con los que parecen estar riéndose.
Ayer a esa hora, mi amado y yo nos dirigíamos por la Rua do Passos Manuel hacia la Praça da Liberdade (en busca de un café-bar típico de esta nuestra actual ciudad, y con la esperanza de bajar con el paseo la tremenda "francesinha" que nos habíamos metido entre pecho y espalda), cuando apreciamos que el cielo se llenaba de gaviotas. "¡Que bonito!", pensó una servidora, levantando la vista al cielo y observando las grandes aves blancas recortándose contra el cielo nocturno...
Pero fueron sólo un par de segundos. Tras esta hermosa imagen, cual refugiada de guerra en pleno bombardeo, me lancé en plancha hacia la escasa protección que brindaba un tejadillo de una boutique de Zara, arrastrando a mi sorprendido enamorado por el brazo. Pues lo que las decenas de gaviotas nos regalaban desde el cielo entre carcajadas no eran bebés (como las cigüeñas), ni monedas (como los leprechauns), si no, señoras y señores, tremendas cagadas a decenas, que caían con fuerza de misil y racheadas según la dirección de vuelo de su emisor.
Están avisados.
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